miércoles, 5 de diciembre de 2007

SOLO UN INSTANTE


El deseo se origina en un instante de completa contemplación pero la indiferencia aniquila el ardor que se genera a partir de la primera mirada indiscreta.

Aquel atardecer de oro fue el mejor cómplice para la escena que presencié, los árboles verdes, altos y uniformes formaban un sendero perfecto que me guió hacia aquella ventana y allí, cerca de una fuente angelical que me recibió con un chorrito amenazador, me dejé llevar por el sonido prolongado de una nota musical que provenía de un órgano clásico que logré observar desde afuera a través de aquel marco revelador.

Me dejé llevar por el ambiente cálido y sublime de la habitación que observaba, pude distinguir el color rojo escarlata de las cortinas que me invitaban a mirar un poco más allá; ella estaba tendida en la inmensidad de la cama rozando con la piel de su cuerpo desnudo una manta de terciopelo vinotinto. Pude descubrir a través de la perfección de su piel la suavidad de la cama, se mostraba intacta y seductora y con su fina mano acariciaba a un pequeño cachorro que pretendía escalar sus perfectas montañas tono piel.

Paralelamente aquella mujer intentaba ignorar lo que pasaba en la punta de sus pies que alcanzaban a rozar ligeramente las vestiduras de un hombre, el hombre del órgano, quien no parecía tener ningún reparo ni vergüenza ante la satisfacción de sus deseos, un hombre que posiblemente la visitaba en cada puesta del sol para divisar su silueta.

Estaba sentado en el borde de la cama, dirigiendo sus ojos fulminantes hacia un punto fijo, oscuro y misterioso, de allí la inmovilidad de sus pestañas; identifiqué de su parte un intento por encontrar una fuente de placer, un lugar que se distinguía en lo más recóndito de las piernas de aquella mujer, un lugar sublime que le era proporcionado en ese instante para que sus ojos se abrieran indefinidamente. Él mira sin reparo, en un estado de contemplación, aún así no logra inquietar a la mujer que encuentra pertinente su mirada invasora ya que posiblemente eso no compromete su corazón, su alma, su verdadera intimidad, tal vez aquel hombre se tenía que conformar con conocerla en su desnudez corporal ya que no tendría la posibilidad de reconocerla en sus adentros, en sus verdaderos lugares secretos e íntimos, en lo que realmente no le gustaría compartir.


El hombre para de tocar, sabe que ni su música ni su mirada son suficientes para penetrar en la vida de esa mujer. El cielo anuncia su retirada, yo la mía y él, después de tomar conciencia de que necesitaba volver a parpadear y a respirar, siente que es momento de partir.












2 comentarios:

Lucrecia dijo...

Me gusto el inicio desde “Aquel atardecer”, ese párrafo incita al lector a continuar leyendo para saber que es lo que el hombre va a descubrir, es interesante el punto de vista del personaje que narra, pero al final me confunde un poco, porque no parece solo un observador de la escena, sino también parece conocer lo que piensa y siente el Organista.

Consorcio La Lupe dijo...

Comparto el criterio de Diana, el inicio captura, pero el texto se "afloja" un poco al final (lo digo con relación a la tensión). Me gustó el punto de vista narrativo, el hecho de que confunda, y espero sea intencional, logra en cierta medida darle algo de misterio a la historia.