martes, 19 de febrero de 2008

Configuraciones del rostro más allá de la máscara femenina: Una aproximación personal a la experiencia del taller editorial de futuras escritoras.


Persona, según la etimología griega máscara, actor que representa en el cotidiano un papel marcado por las intersecciones de la biología, las connotaciones sociales y el lenguaje. Y cuando me refiero a cada una de ellas, pienso en el cuerpo, en el destino en apariencia marcado por los genes y la anatomía, en las distribuciones de saberes y acciones hegemónicamente divididas por una estructura binaria de varones y mujeres, o las maneras en que por medio de la enunciación- que cómo todo acto del lenguaje es un artificio- marcamos y definimos el mundo existente en el acto de representación que puede ser la escritura y el habla. Pienso, al mejor estilo del barroco, en el mundo como un gran teatro y en cómo cada uno de nosotros engastado en el papel que nos corresponde por la posición en el escenario, se limita a representar su personaje. Persona, denominación para definir la posición del observador ante el afuera construido a partir de premisas y certezas legadas por la historia o el tiempo de las instituciones. Más sin embargo detrás de toda máscara, de la repetición que termina fundiendo el rostro original con el representado, hay una pregunta, afirmaciones que esbozan la identidad y las maneras en que nos desplazamos en las coordenadas del firmamento erigido por la cultura.

En esos cuestionamiento presentes desde el acto mismo de mirarnos ante el espejo hasta en las maneras en que intentamos acceder al otro en la afirmación y el desgaste del día a día, está la constante del género, la interrogante por el punto de igualdad o diferencia, la cercanía o la distancia que nos acerca o nos separa de lo propio y lo ajeno. En nuestro caso, la máscara lleva inserto el asunto de ser Mujer, como probabilidad y pregunta en constante construcción, tal como lo pude descubrir en la experiencia de estos tres últimos meses en el taller de futuras escritoras, en donde la búsqueda por la voz propia y la forma de la escritura como lugar de pertenencia e identidad, ha sido una manera de resignificar el silencio de los “ángeles de la casa”.

Dentro de la experiencia de apropiación y cuestionamiento del lenguaje como una patria extranjera para las mujeres, como un acto personal de resimbolización de la experiencia cotidiana, pude descubrir maneras múltiples de interpretar y leer el universo, en tanto, opciones infinitas de asumir los movimientos de la vida interior o las visiones múltiples del afuera como materia en constante transformación desde la oscuridad, la intimidad, los cuestionamientos por la rutina, la infancia y el humor, presentes en los trabajos de las escritoras parte de éste proceso.
Esta experiencia más allá de la elucubración teórica, se ha transformado en una oportunidad para comprender que ser Mujer en nuestros tiempos no sólo es la negación de un paradigma o de una tradición del silencio, sino es también una pregunta, una oportunidad para construir desde la literatura un diálogo en concomitancia con la diferencia como posición válida en el universo.

Muchas veces especialmente en un territorio que por tradición ha pertenecido a los interregnos de la razón- en tanto, desde su construcción a lo masculino- como es el caso de la literatura, la escritura hecha por mujeres se ha transformado, en pos de la omnisciencia y la enunciación neutral que garantiza el ingreso de manera “seria” a los interregnos de la lectura y el reconocimiento de la obra por parte de la crítica en una negación de lo femenino como voz narradora. Más sin embargo, la existencia de espacios como el taller editorial, me han permitido dilucidar la importancia de asuntos vitales tales como la presencia de lo femenino y lo masculino en la enunciación de la escritura, la necesidad a veces conflictiva y en ocasiones difusa de lograr un diálogo real con el otro, la relación con los hombres y cómo desde nuestra experiencia reconstruimos su voz desde la escritura, la soledad, el aislamiento como condición y metáfora, la injerencia del entorno y su fragmentación dentro de la voz que enuncia en el texto, la particularidad e infinita diferencia que puede haber dentro de la categoría de Mujer, en fin… la importancia de la instancia vital en el acto representacional de la obra literaria, que, como todo acto construido por el lenguaje es una instancia de elección y acción, en tanto de poder.

Desde ese punto de vista, los textos que se encuentran aquí, son el producto de una experiencia vital por parte de las jóvenes escritoras que hemos trasegado juntas este camino por varios meses, presentando en las hojas impresas no sólo palabras, sino gestos y procesos de conocimiento de la experiencia propia y ajena en el camino de descubrimiento de los universos particulares y colectivos, participes en éste proceso. Éste libro es ante todo el resultado de las reflexiones y el trabajo de un grupo frente a los lugares de la representación y enunciación de la máscara de lo femenino, donde la posibilidad de ser varios o enunciar en primera persona se transforma en una opción fresca y válida dentro de la literatura colombiana, al enrarecer el discurso de las “bellas letras” y permitir el ingreso y apropiación de sus códigos por parte de mujeres jóvenes que no se limitan a quejarse o a denostar de su condición.

Hacer de una experiencia tan individual y al mismo tiempo social como es la escritura en toda su magnitud, un acto de reconocimiento de la diferencia y no de la igualdad- entendiendo está última como una condición homogenizadora ajena a la inclusión de lo múltiple o de lo otro- ha sido el gran aporte del taller editorial donde -recordando a Helen Cixous- hemos tenido la oportunidad de no ser outsiders de nuestra propia lengua, portadoras de una máscara impuesta y raída, un cuerpo, la manera en que dictaminamos nuestro destino, la palabra que nos funda, el lugar que tenemos en la cultura, los interregnos de nuestras pasiones cómo escritoras, al transformar la literatura en un cuarto propio, en una pregunta llanamente personal que aspira dialogar desde la profundidades de la vida interna o las preguntas propias del que nombra, con el afuera.

2 comentarios:

Consorcio La Lupe dijo...

Muchas gracias por tu texto, da mucho para pensar. Me queda sonando la idea de la máscara: si siempre tenemos una máscara, cuando nos quitamos aquella "impuesta" ¿qué queda? ¿otra mascara? ¿cómo sería esa rostro develado? Sé qué no hay respuesta verdadera, pero cuéntame cómo te la imaginas. Otra pregunta: al apropiarme del lenguaje ¿me hago más poderosa o me hago más vulnerable? ¿Podemos seguir equiparando escritura y poder? Son sólo preguntas, ya sabes que soy filósofa hasta la médula. Ahora sí tenemos que reunirnos a charlar. Gracias nuevamente.

Yazmín Botero dijo...

Me siento identificada con el escrito, ya te había comentado, pero lo reitero en este blog. Siento que el escrito retrata lo que vivimos en el taller. Nuestro proceso.